
Sector cero.
En un intento vago por definir la situación, concluyó que pese a ser consciente de su humanidad, de alguna forma, era el de su cuerpo un estado líquido. Más bien viscoso y quieto. Era su ser un reducto informe de materia primigenia. Una mancha invertebrada sin acción ni reacción posible.
Podía pensar, si, pero sometido a la deriva caótica de la casualidad. Su conciencia no hilaba nada, ni seguía un patrón lógico de hechos encadenados.
Poco a poco, para su sorpresa, empezó a tomar consciencia de su entidad física. El hormigueo empezó en las manos. Pudo notar los dedos, falange a falange. Se preguntó si la sensación sería parecida a la vivida por un feto. Si en algún momento del desarrollo, el sujeto futuro era consciente de la alquimia de carne que como una catedral se levantaba molécula a molécula de entre el barro quieto de la nada amniótica.
Al recuperar un resquicio de visión, le dolieron intensamente las sienes. Fué así consciente de que tenía cabeza, y torso, y dientes que castañeaban por el frío intenso que mordía cada átomo de su cuerpo.
Apareció, todavía borroso, O'really frente a su cama. Sujetando el dispositivo que indicaba presión, línea somática y demás constantes.
La droga era eficiente. Las pruebas habían sido exitosas en cada uno de sus puntos.
El problema principal, aparecido al comienzo del proyecto, no era ni mucho menos de carácter técnico. A ese nivel, la corporación llevaba lustros preparada. Sus máquinas eran perfectamente capaces de transportar hombres hasta el sector cero.
La máquina humana, sin embargo, coartaba el anhelo de cruzar esa frontera. Podían hibernar un cuerpo humano, claro. Desde hacía casi un siglo y medio. Sumirlo en un coma inducido que redujese el consumo energético y las constantes vitales al mínimo. Podían adecuar la precaria estructura animal de un hombre a las severas exigencias de un viaje tan largo. La supervivencia física era posible. Algo más. Era un hecho. Lo insondable de la mente humana, sus incontables resortes ocultos, sus mecanismos para lo intangilbe, todavía ampliamente desconocidos, eran otro cantar.
Aún en estado comatoso, reducida a su mínima expresión, la consciencia era capaz (obstinadamente capaz, se diría) de seguir percibiendo. Estímulos, pese a todo, a través del tacto, del olfato, del oído. Como un perro buscando su hueso. La mente humana no dejaba de estimularse.
La apuesta era realmente peligrosa en viajes tan largos. Fueran cuales fuesen los parámetros barajados en las simulaciones, la variante del caos, la sorpresa, acababa por vomitar, invariablemente, el error no previsto que conducía a la catástrofe. La "x" representada en la ecuación por la caprichosa esponja que suponía el "ser" no era otra cosa que el fracaso tenaz de lo voluble frente a la inmensidad de un viaje que trascendía la frontera del tiempo, tal y como éramos capaces de medirlo.
Los operadores de hardware médico creyeron dar con la solución al obtener los primeros resultados positivos en las pruebas del Élleipsi03 B, practicadas en simios.
Así mismo, cada simulación en dispositivos biosensibles de testeo suponía un nuevo paso hacia el éxito del proyecto.
El Élleipsi03 B acabó siendo, de pura complejidad técnica, un simple inhibidor. Perdía el sujeto, una vez inyectado, cualquier capacidad de percibir. La droga deshilachaba los cinco sentidos uno a uno, convirtiendo al sujeto (plano cognitivo incluido), en poco más que un vegetal líquido. Vivo fuera de la vida. Presente a un lado de la presencia física. Totalmente inconsciente y a la deriva.
O'really dibujó una media sonrisa y habló, al fin, sin apartar la mirada del dispositivo sináptico que registraba notas al pie obedeciendo a los movimientos (izquierda, derecha) de las pupilas del operador a través de la interfaz óptica.
-Será un éxito completo. Nada de parches. Te lo aseguro. Finalmente, estamos preparados. En dos semanas, serás el primer hombre que vislumbre el barro primigénio. Vamos a enviarte al sector cero, Harris. Allá donde "La Forma", si es que existió alguna vez realmente, empezó a girar lenta, desglosando todo lo que se puede tocar, ver o percibir. Vas a ser testigo del punto del tiempo, de la coordenada exacta del universo en la que todo empezó para siempre. Tú, y no otro, traerás de vuelta la respuesta que el hombre ha buscado desde el día en que se irguió y miró al cielo infinito por vez primera. Sé que es un peso indescriptible, pero estás preparado.
Harris tocó despacio la manga del pijama de algodón. Pasó la yema del dedo índice sobre el logotipo bordado de la corporación. Sintió un cansancio viejo de siglos en ambas manos. Notaba, sin embargo, como el resto de su cuerpo se volvía cada vez más y más liviano. Casi etéreo.
-No viajaré al sector cero. - Las palabras se le caían de la boca sin esfuerzo, como una sopa difícil de tragar. -El proyecto está errado. En sus cimientos. No subiré a esa nave, bajo ninguna circunstancia-
-No puedes echarte atrás. Eso no se contempla. Sabes lo que pasará. La corporación no puede dar un paso en falso. Otros vendrán después, sabes que eres prescindible, pero antes te destruirán. Pasaste hace tiempo el punto de no retorno, con los primeros ensayos. La palabra "compasión" no figura en el diccionario de los organismos corporativos. No hablo sólo de tu carrera; Cualquier cosa a la que estés vinculado, cualquier resquicio que te sugiera será borrado del mapa. Llegados a este punto, un paso atrás te convertiría en carne de cañón; En un hombre enterrado que todavía camina.
-Pueden hacer lo que quieran conmigo y con todos los que me importan o una vez me importaron. No viajaré al sector cero. Nadie encontrará nada allí. Ni el que me reemplace ni los que vengan después. Lo que hemos estado buscando, no está ahí afuera.