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Daedalus.                                                              Cap.IV

 

 

   Las gafas supusieron el primer paso. La primera marca en comercializarlas fue Nav-Eyes, aunque en los tres primeros años, se detectaron más de dos centenares de fabricantes no autorizados que inyectaron en el mercado otros tantos cientos de modelos pirata. Con aquella interfaz incómoda y aparatosa, pero efectiva, cualquiera podía acceder al buscador primario, y a la red, por ende, de forma instantánea; sin desviarse un ápice de lo cotidiano de su día a día.
    Después vinieron las lentillas hápticas, que no supusieron si no un refinamiento estético y funcional de la idea primigenia.
Synaptics tardaría todavía quince años en nacer. La idea provino de Eurasia. El prototipo, burdo pero funcional, nació en la Universidad Tecnológica de Túnez.  Fue inmediatamente fagocitado y comercializado por la corporación PaloAlto, Brz., en la época en la que Salvador de Bahía ya había sustituido a Silicon Valley en su papel de meca de la tecnología para toda la Federación Panamericana, o lo que es lo mismo, para el globo entero.
    Una vez funcional y con la idea debidamente aceptada por las masas (previa campaña mediática), el avance de la tecnología en bioimplantes fue solo cosa de tiempo, y con el Synaptics estable en un porcentaje de bugs del 0,03 por ciento, el mundo en su práctica totalidad se conectó por fin, físicamente, a la red. La distinción entre "vida real" y "vida en la red", dejó de tener sentido ese mismo día.
    Hubo grupos de resistencia, claro. Tremendamente tenaces y tercos. Eso está en los archivos.  Durante los dos primeros años, el Cuerpo de Seguridad Inter-Corporativo fue incapaz de doblegarlos. Se sabía, de hecho, que la rebelión no llegó a ser completamente erradicada, si bien se podía considerar un reducto tan nimio como una sola mosca presa pero libre en un palacio de piedra.
             La campaña de implantes duró cinco años. Tanto en Eurasia como en la Federación Panamericana al completo, la gente llegaba a oleadas. Colas interminables colapsaban cada oficina corporativa. El ciudadano entregaba su documentación para que fuera destruida, y recibía de forma gratuita, rápida, indolora y eficiente, el implante subcraneal y la interfaz ocular de conexión vigente en su bloque bi-continental. Completamente actualizada hasta ese mismo momento. Synaptics-St para la inmensa mayoría, con acceso capado en algunos puertos gubernamentales de la red, y aquella incómoda publicidad, tanto comercial como corporativa, en forma de pop-up inmisericorde que en gran medida, financiaba la campaña. Synaptics-Prm, modelo reservado a los estratos sociales superiores que podían pagar una conexión libre de publicidad, con un acceso menos restringido a contenidos sensibles, así como entrada libre a las Bases de Datos Vestigiales (BDV's).

    Avenida Habib Bourguiba. Inmerso en el estridente hilo musical del ruidoso gentío, se metió en la boca el último trozo de dúrum y lo masticó. Su estómago le devolvió una sacudida en forma de protesta. Cada vez toleraba peor la masa proteíca sintética con la que MonteSanto sustituyó la carne destinada a alimentar a la población a mediados del último siglo. Buscó el paquetito de "cancerban" en el bolsillo izquierdo. Esbozó media sonrisa amarga al recordar el eslogan gubernamental de aquellas pastillas anticancerígenas en la cancioncita de los anuncios: "una comida, un cepillado de dientes, un Cancerban. Con la salud no se juega… Una comida, un Cancerban".
    Se limpió las comisuras de los labios, y repasó después cada uno de los dedos con la servilleta áspera del dúrum, que a duras penas mantenía la integridad molecular de la pseudo-celulosa a esas alturas. Del bolsillo trasero del pantalón, extrajo una cajetilla de viaje de tabaco aspirable marca "outsider". Pellizcó una cantidad generosa y se lo acercó a la nariz. Echando la cabeza ligeramente hacia atrás, lo aspiró de una sola vez. Estornudó un par de veces y volvió a guardar la cajetilla. Prefería aquella marca porque el contenido de codeína en la mezcla era ligeramente mayor. Los tabacos "nacionales" le provocaban dolores de cabeza.

    Estaba citado en 25 minutos, y no tenía ni la más remota idea de la situación exacta de la calle. Curiosamente, el único callejero en el que la encontró referenciada, lo sacó de una BDV de 1995. Sabía que, en la actualidad, la calle debía encontrarse en algún lugar del barrio del Sexto Califato, pero las referencias eran tremendamente vagas, sin indicaciones ni números que supusieran una ubicación exacta.
    Activó la interfaz en el ojo derecho para desplegar un mapa actual, al tiempo que abría el "modo llamada" en el ojo izquierdo. El testigo amarillo de "llamada en curso" parpadeó tres veces a un palmo escaso de su pupila izquierda. Una mujer contestó al otro lado de la línea con un tono neutro, insípido, pero curiosamente atractivo.
    -Fortress Soft., operador 115. Buenos días.
    -Disculpe, 115, estoy citado a las diez y media, y tengo problemas con el transporte. Quizás me retrase unos veinte minutos…
    -¿Su nombre, si es tan amable?
    - ….
    -¿Oiga? Necesito localizar su nombre en la plantilla…
    -Ustedes me localizaron y me contactaron en la red… soy Steganou. 686Steganou.
    -Entiendo, señor. He sido avisada. El Legado le esperará el tiempo que haga falta.- La voz de la operadora había dejado de ser insípida, para provocarle un deseo físico más que pasajero. Tan pausadas, sensuales y bien medidas eran las líneas tibias de su voz.-
    -Oiga, 115, sigo sin entender la necesidad de ver a nadie cara a cara… Sólo déme una puerta de enlace y veré online a su superior. Puedo hacerlo en éste mismo instante, si lo desean.
    -Señor, se le ofreció una jugosa suma con la única condición de que se personase en nuestra oficina. Usted aceptó y el dinero fue transferido al instante al clúster bancario que nos indicó. No estoy autorizada a prolongar más ésta conversación. El Legado está seguro de que sabrá cómo encontrarnos. Hay una descarga disponible para usted. En la cabina del número 85 de la misma avenida Habib Bourguiba.
    -Un momento… ¿cómo cojones? ¿rastrean mi señal? ¿conoce mi posición exacta?
El testigo amarillo de "llamada en curso" pasó a rojo y se apagó poco a poco, marchitándose, hasta desaparecer por completo. En un fundido suave, el menú principal de la interfaz del ojo izquierdo apareció a un palmo escaso de su pupila.

...
 

 

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