top of page

Daedalus.                                                              Cap.III

 

 

   La señal rebotó en un servidor de Luxemburgo, Zaire después y después Malvinas. Eran cosas de trabajo. La conexión habitual no era confiable, y en cualquier caso, no era de su agrado navegar al uso, presa del oído de su proveedor de servicios, como el resto de los mortales.
    Respondió al último Whatsapp, puso el móvil en silencio y abrió la segunda lata de redbull. Bebió un sorbo largo y rellenó el hueco espiritual de la lata con un chorro generoso de cien pippers.
Abrió el navegador Tor y accedió a la inmensa cebolla que era la red profunda. Aquella noche tenía fiesta, y mucho dinero que ganar. En la pantalla anexa, colocada en vertical justo al lado de la principal, ventanas en modo texto escupían el resultado de sus mineros de bit-coins, esparcidos por el globo. Un total de quinientos veinte. Pequeños parásitos de "código zombie" en máquinas repartidas por los cinco continentes que utilizaban los pecés de usuarios estándar como recursos digitales.
-La gente se va a dormir y no apaga el router. Ellos duermen. Yo escribo código. El código trabaja para mí. Vampiriza sus máquinas, su flujo digital. La gente se queja de los impuestos que paga, y al mismo tiempo, deja correr su ancho de banda como quien tira de la cadena del retrete. No son conscientes del potencial que manejan en sus habitaciones, en sus salas de estar. El mundo les es entregado a borbotones por un cable coaxial, y lo entregan en sacrificio, a cambio de porno a la carta y estrenos de cine a golpe de click.

    Hizo sonar los nudillos de la mano derecha y después los de la mano izquierda.
Sólo por desperezar los sentidos, husmeó en organismos oficiales durante unos minutos. Se permitió el divertimento, incluso, de cambiar la web de bienvenida de la biblitoteca nacional por una foto de un transexual con un miembro enorme.
    Volvió a beber de la lata, y se dispuso a ganarse la vida.
Los organismos oficiales, las entidades bancarias, los mayores secretos de estado… La red era como una casa enorme, pensó, con puertas blindadas de diez centímetros de grosor, pero todo el mundo dejaba las llaves bajo el felpudo de la entrada.
   
    A punto de acabar la sesión, decidió echar una partida para desquitarse. Quizás algún emulador con juegos antiguos de los ochenta. Algo que supusiese un verdadero reto. Cerró las ventanas modo texto y se dispuso a cargar la interfaz "convencional" del sistema operativo.
    El monitor glitcheó de forma violenta, y Tor volvió a abrirse de motu propio frente a sus ojos.
Todavía alucinado, con las manos petrificadas sobre el teclado, observó la dirección en la barra de navegación. Tres líneas alfanuméricas precedían una web atestada de código que seguía apareciendo línea a línea, como si alguien, al otro lado estuviese mecanografiándolo:

    -Core daemon…... mounting.  OK
    -Human plug………………….
           …..scanning for……………..
    -DAEDALUS loading………..
          -Human plug………………….
           …..scanning for……………..
    -Line 10 1st node…………….    OK
    -Line 30 2nd node……………       OK
    -Line 100 last node…………..    OK
          -Human plug………………….
           …..scanning for……………..

 

     Un tremendo golpe violentó la puerta. Instintivamente, volvió a mirar la pantalla, y puso las manos sobre el teclado, en busca de la combinación de teclas que diesen paso a la secuencia de pánico.

Pudo verlo perfectamente, titilando en el medio metro cúbico del lcd.

"El código que hoy tecleas, el que hoy compartes, ha sido siempre y será mañana, Eugene".

bottom of page