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Daedalus.                                                           Cap.VIII

 

     Recostado en el cubículo, le asaltaron los recuerdos de las recientes y larguísimas sesiones Steam en emulación de batalla con su grupo. Guerra de guerrillas, siempre optaba por esa estrategia. Entrar, coger, salir. Llegar, matar, huir. Venir, ver, vencer. Algo rápido. Ese era el tema. Estaba francamente alterado. Bajar la descarga y salir. Bajar la descarga y salir. Bajar la descarga y salir. Huir rápidamente.

    Recostado en el sillón de descarga, pensó en el puto amarillo que le "dio la bienvenida" minutos antes; El Alto Guardián, maldita fuera su suerte. Volvieron a temblarle las piernas, desde las rodillas hacia abajo.
Dibujó, mentalmente, un esquema de actuación ideal en el que efectuaba la descarga, salía del cubículo y, sin mirar demasiado al oriental, desaparecía rápidamente entre el entramado de callejuelas cableadas, para respirar por fin tranquilo, en una esquina, y reordenar los acontecimientos.
    Probablemente, la descarga no fuese más que un mapa de situación, un paquete de coordenadas, información, al cabo, que le llevase al punto exacto en que el encuentro con El Legado tenía que materializarse.

    686Steganou…. Ok

    Se completó el login.

A medio palmo de su nariz, apareciendo de forma tenue como en transición desde una transparencia hasta un texto firme, opaco y negro, ante la interfaz, se superpuso la secuencia:
    download:: root::
    transfix: …………
Y la interfaz escupió una línea de ocho dígitos en caracteres Pinyin orientales.

    Con desgana cargó el intérprete. Estaba al punto de dar la vuelta e irse, pero recordó al Guardián, que más que probablemente esperaba afuera. No era algo con lo que le apeteciera enfrentarse sin haber conseguido nada todavía.

El intérprete le devolvió una línea occidental sin lógica aparente alguna:
    L V S A X F J M
Generó mentalmente varias permutas. Combinatoria básica. Nah… ocho dígitos y una sola vocal. Aquello no significaba absolutamente nada. Al menos no en su idioma, ni que supiese, tampoco en neo-árabe.
    A borbotones recordó los recodos de tiempo ganado al tedio que se intercalaron en su instrucción académica. Doce horas diarias de instrucción normativa, soflamas conmemorativas para con el Proceso…  aquel grupo de adolescentes inquietos escabulléndose en el entramado de edificios, simplemente para hablar. Horas y horas de charla sobre código, morfología binaria antigua, sintaxis de nexos y estrategias de batalla obsoletas de IRC. En ocasiones, alguien aparecía con un soporte óptico vestigial, y entonces, todo el grupo se pasaba la tarde intentando compilarlo para arrancarle historias de otra era.
    L V S A X F J M
    Tendrían que ponérselo más difícil si lo que pretendían era poner a prueba su pericia. La secuencia no le era familiar, pero si la morfología, y mucho. Protoarqueología Hacker. Primera rueda de Tritemio. Iban a tener que esforzarse mucho más. Nadie, por necesidad, tenía que recurrir en estos días a Tritemio para colmar sus tésis. No en esta era. Pero él si. No por necesidad, sino por orgullo. Todo empezaba allí, en Tritemio. De una forma casi espiritual, la información, su encriptación y desencriptación nacían en Él. El emisor amasa la información, la transforma y la envía… el receptor recibe el flujo informe, lo asimila, lo desglosa y lo comprende (siempre que disponga de la receta de cocina). Alquimia de datos. Delicada cocina de información. Nada se entendía, absolutamente nada, sin partir de Tritemio. No era algo que todo el mundo pudiese entender. Y desde luego, no era algo que todo el mundo tuviese presente.

    Al menos podrían haber elegido la segunda, o la tercera rueda. No hubiese sido tan fácil. Ni siquiera tuvo que cargar la aplicación alfabética.
Ordenó la secuencia. L por K, V por U, S por R... :
    KURZWEIL.
Y la introdujo como password.



La interfaz  se sacudió con un glitch horizontal.
    Presintió que algo iba mal, o empezaba a torcerse, para ser más exacto. Notó el hormigueo en las rodillas, como si se acabase de poner de Rembah. Sintió que se le cauterizaban los sentidos, uno a uno. Vista, visión, oído, olfato, tacto y conexión axial. Lo notó a nivel físico. Tras lo que le pareció una sacudida sísmica del globo entero, se vio inmerso en una luz hiriente. Blanca e impoluta. Aséptica. Le habían jodido. Aquello no era una simple descarga. Estaba conectado. No sabía a donde iba a para la conexión. Lo inesperado del truco no le permitió dilucidar un puerto, una dirección relevante o un reconfigurador IP. Lo que estaba claro es que había entrado, rebotando no sabía dónde y por la fuerza, en el plano digital.
    Se dejó llevar por lo amable de la sensación térmica que le empujaba en espiral hacia adelante. Tuvo la impresión de deslizarle por un inodoro recién instalado. Limpio.


    La muchacha podía tener quince años. O catorce. O dieciséis. Manipulaba, con gesto de impaciencia, un manojo de cables escupidos de una carcasa plástica. Se mordía los carrillos por dentro de la boca, como al descuido, y la punta de la lengua le bailaba entre los labios, con gesto de placentera inmediatez. De lado a lado, la lengua le buscaba las comisuras de los labios con urgencia de cirujano.

    -Tienes que conectarlo ahí… No... antes de cerrar esa pestaña. Justo ahí.- Con la mano todavía erizada de sacudidas eléctricas, Steganou señalaba una conexión en la placa.
    -Vale, ah… si… gracias.-
    -Un apple II, si no me equivoco.-
    -¿Habías visto alguno? No son… digamos… comunes…-
    -Bueno… No de cerca. Es decir, no en persona. O sea… Sólo info en BDV´s, pero la arquitectura se asemeja a… bueno…-
    -En BDV's ¿Eh?- Las pecas que le asaeteaban el contorno de la nariz menuda parecían bailar.-
    -Bueno… he estudiado algo, ya sabes, raices... De cuando las cosas iban más lentas.- Empezaba a impacientarse.
    -Si… dicen… Decían que la paciencia es la madre de la ciencia.-
    -Si, eso dicen. Esto… estoy buscando al Legado-
    -¿Para qué?-
    -Me pagaron por ello.-
    -Entiendo. ¿Te gustan los juegos? Digo los antiguos. Los muy antiguos.-
    -No sé. No acostumbro… tengo prisa ¿sabes?- ¿Qué narices es éste sitio, y dónde coño está ubicado exactamente?
    -Estoy reconstruyendo esta máquina prehistórica para jugar al Prince of Persia… -
    -Bueno, mira, es un esfuerzo admirable, pero hay un millón de emuladores en las BDV´s… Si me dices cómo salir de aquí puedo darte algunas direcciones, si quieres.-
    -No podrías emular el tacto del teclado. ¿O si?- LLevó la punta de la lengua a la comisura izquierda de la boca en un gesto travieso. -Por cierto, yo soy El Legado. Y te estaba esperando, Steganou…-El pelo le caía lacio sobre el ojo izquierdo. La camiseta ajustada de spylon se estiró al acompañar el gesto de su cuello cuando giró la cabeza para mirale a los ojos. La visión de los pequeños pechos tibios oprimidos por el spylon le puso tremendamente nervioso.
    Steganou dió un paso atrás involuntariamente y se llevó las manos a los bolsillos, intentando minimizar lo que su cuerpo necesitaba transmitir gestualmente.
         -Creí que nos encontraríamos en el plano físico. Ese era el trato.
         -Tengo el deber de protegerme, y es en éste plano donde soy realmente fuerte. Tampoco hubiesemos podido indicarte el puerto exacto por el que acceder a nosotros. Eso habría sido una temeridad.
         -Ya… Supongo que eso explica lo de la bestia parda que me dio la bienvenida a la cabina de descarga… El jodido Alto Guardián.
    -La risa breve y aguda del Legado sonó como un ratoncillo con cascabeles subiendo escaleras.- Sabil Ehl Sabat… Jajajajaja… Veo que sigues sin reconocerlo.
         -¿Debería? No he visto a ese tipo en mi vida.
         -Sabil Ehl Sabat, el Operador 115 que te contactó… y algunos otros… Jajajaja… Yo soy Sabil, Steganou. Yo soy el operador. Para ser más precisa, debería decir que Sabil es mi cuerpo de combate.
         -Eso es completamente imposible.
         -¿Lo es?
         -¡Por supuesto que lo es! ¿Quieres decir que puedes poseer cuerpos a voluntad?
         -Jajajaja, no… No es así de sencillo. Sólo los habilitados para ello. ¿Ves aquel terminal de allí? Contiene la información original de Sabil. Sabil está vivo y activo en ese terminal. Él sacrificó su cuerpo por el grupo. Inmoló su presencia física en el mundo por un fin más elevado.
          Piénsalo bien, Steganou. Desde que la humanidad se conectó masivamente al synaptics, el ser humano no es, en esencia, otra cosa que información. Información volátil, pero persistente. Susceptible de ser contenida en cualquier tipo de soporte. Los cuerpos conectados son cascarones vacíos. Desde que ofrecimos en sacrificio nuestra humanidad a las Corporaciones y Al Proceso, somos poco más que el cerebro en la cubeta de Jonathan Dancy.


 

 

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